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Cómo enfrentar la situación de padres separados


CÓMO ENFRENTAR LA SITUACIÓN DE PADRES SEPARADOS 

Una separación de pareja implica para ambos cónyuges una serie de ajustes en las diferentes áreas en las que se desenvuelven. La cuestión va más allá de decir: “hasta aquí llegamos juntos’’. De ahí en adelante vienen procedimientos legales, físicos, económicos, psicológicos y motivacionales que van a determinar el futuro comportamiento de los diferentes subsistemas que componen la familia, (relaciones entre hermanos, padres, abuelos y amigos).

Dada la complejidad de enfrentar una situación que de por sí causa una frustración muy grande (gracias a una sociedad competitiva en la que todo tiene que hacerse bien), muchos padres no saben cómo ni que transmitirles a sus hijos sobre lo que está pasando o cómo expresarles la decisión de separación y optan por dar explicaciones descontextualizadas que además de agravar el problema, dificultan la comprensión del mismo y confunden a los niños.

Autores como Clarke-Stewart, Donoso y Stadelmann, entre otros, puntualizan sobre aspectos a tener en cuenta frente a los niños cuando los padres toman la decisión de romper su relación: 

  • Es muy importante que todos tengan un conocimiento claro sobre la situación de la relación y el motivo que llevó a tomar una decisión tan drástica, luego de haber explorado negociaciones y acuerdos. 
  • Indagar en qué aspectos puede sentirse el niño responsable sobre la separación de sus padres y respecto a estos, hacer un fuerte énfasis en la claridad de sus motivos.
  • Se debe observar con detenimiento las emociones del niño frente al proceso. Los cambios de actitud, de su forma de hablar y relacionarse, son aspectos que deben alarmar a los padres sobre el efecto que esta separación está generando en sus vidas.
  • Es de vital importancia que todos los miembros de la familia le brinden seguridad al niño respecto al futuro de él y de su familia. Uno de los aspectos que más afecta emocionalmente a los niños son las fantasías de reconciliación. Por eso, antes de cualquier decisión se deben explorar todas las opciones para que estas no incurran en un desbalance anímico.
  • Se deben tener en cuenta los cambios que se producen al interior del hogar, en cuanto a economía, normas y rutinas. Aunque estas alteraciones son casi inevitables, tratar de adaptar con rapidez al niño es un gran reto para los padres.
  • Las redes de apoyo que establecen o mantienen los padres y las que crea el niño, ya sea con amigos, familiares, compañeros de trabajo o de estudio.
  • Los cambios que se perciben en el jardín infantil o en el colegio. Para esto es importante una comunicación clara y específica sobre el tema, se debe tener una constante retroalimentación con sus maestros.
  • Los cambios percibidos por los compañeros del niño. 
  • Cambios por parte de sus padres en el acompañamiento, en el jardín o en el colegio. El niño debe ver y sentir que aunque sus padres están separados, ellos mantienen una relación de cordialidad y formalidad.

Tener claros los motivos que llevaron a una separación, conlleva a que los padres reflexionen una y otra vez, para entender el punto en que se presentó esa desconexión entre la pareja, así visualizar estrategias de comunicación que lleven más que a encontrar culpables a concretar si hay o no posibilidades de reestructurar la relación. Llegar a manejar el asunto de ahí en adelante como padres que no van a estar juntos, pero que van a mantener el respeto y la confianza hacia el otro en el proceso de crianza de los hijos es de vital importancia.

El colegio o el jardín, deben ser los primeros en tener conocimiento de la situación y enterarse de los últimos acontecimientos en casa. Según Donoso, un reconocido autor en el tema, en un 65% de los casos, la madre es quien reporta la separación, los padres lo hacen en un 13 %, y un 22 % el reporte lo hace otro familiar u otra persona. El niño puede sentirse responsable por la separación de sus padres; explorar cuáles son estos motivos, es un aspecto determinante para prever dificultades de comportamiento más adelante.

Teniendo en cuenta los trabajos de intervención que se realizan en consultas, se observa que los niños mayores de 7 años manifiestan abiertamente su sentimiento de culpabilidad; pensando que su comportamiento influyó directamente con el rompimiento de sus padres.

En los niños más pequeños no es tan evidente esta emoción; sin embargo, a través del juego de roles manifiestan sus rabias, inconformidades y sentimientos de culpa al respecto.

En este punto, es importante que los padres recuerden que ellos son los adultos y no pretender que el niño asuma posiciones parcializadas o emita críticas que beneficien a uno de los dos cónyuges. Igualmente, es positivo que haya una charla en la que se clarifique la situación con palabras sencillas y acordes a la edad, pero sobre todo haciéndoles entender que ellos no tienen nada que ver en la decisión, librándose de esta manera de cualquier sentimiento de culpa que pueda llegar a presentarse.

En relación con las emociones, el proceso de separación se considera un duelo; debido a que se manifiesta como una pérdida y produce una herida que es calificada por los autores Davies & Cummings como uno de los eventos más estresantes en la vida de los padres y de los niños. Así que dependiendo de cómo se asuma este rompimiento, el papel que desempeñen los afectados y las circunstancias bajo las cuales se vaya dando el proceso, irán definiendo las tendencias que tendrán los niños respecto al caso.

Depresión, ansiedad, rabia, las interacciones sociales, el rendimiento académico, los miedos, la irritabilidad y las pesadillas son algunas de las actitudes que verán en los niños; si no habían aparecido, comenzarán a hacerlo y si ya se presentaban, puede que se intensifiquen. 

Por otra parte, los cambios que se producen al interior del hogar, en cuanto a economía, normas y rutinas, deben ser discutidos por ambos padres antes de ser transmitidos a los hijos. Es usual encontrar desacuerdos significativos entre lo que se puede hacer en casa de papá y lo que puede hacerse en casa de mamá. Los niños aprenden a identificar lo que le gusta a cada padre y lo que esperan de él; al punto que puede asumir ventaja y llegar a manipular con frases como: “Mi mami si me deja hacer, mi papá si me deja jugar o yo sí puedo comer esto o aquello cuando estoy con mi papá”. A esto se le suma las conductas de apoyo o rechazo que se hagan por parte de abuelos, tíos, primos y todos los personajes activos en el núcleo familiar. En este aspecto es donde se debe evidenciar la madurez de los padres, la comprensión, el respeto y el compromiso de cada uno en la crianza del hijo.

Para llegar a hablar el mismo lenguaje debe existir primero que todo entendimiento, de esta manera el niño percibe congruencia y seguridad en quienes son sus figuras de apoyo y admiración. Además, son quienes están construyendo su seguridad y confianza en un mundo que gira principalmente alrededor de la aprobación de los mismos.

Un padre incongruente, inestable, que no logra ponerse de acuerdo, que no cumple con lo que promete, que no aparece sino de vez en cuando, que no llama cuando dice que lo va a hacer y que además no corrige o no apoya las normas o rutinas, solo brinda inseguridad e inestabilidad en niños que están intentando mirar hacia el futuro y que están descubriendo quienes son. Todo esto se suma a la sintomatología, lo que se conoce como Ansiedad de separación definida, el sitio web: www.clinicadelaansiedad.com muestra las siguientes circunstancias como aspectos para definir este tipo de trastorno: 

  • Malestar excesivo cuando ocurre o se anticipa una separación del hogar.
  • Preocupación excesiva y persistente por la posible pérdida de las principales figuras vinculadas. 
  • Resistencia a ir a la escuela o a cualquier otro sitio por miedo a la separación. 
  • Miedo a estar en casa solo o sin las principales figuras paternas. 
  • Resistencia a ir a dormir sin tener cerca una figura importante. 
  • Pesadillas repetidas con temática de separación. 
  • Quejas repetidas de síntomas físicos (dolores de cabeza, dolor abdominal, náuseas o vómitos).

Referencias: Revista Harker - Edición 2


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