Dentro de la consulta diaria de nuestro departamento de nutrición pediátrica, se ha vuelto más recurrente en los últimos meses y años la atención de casos por hipercolesterolemia en niños, niñas y adolescentes. Algunos de estos casos con cifras de colesterol total que se podrían catalogar como poco probables en niños hace algunos años o solo cuestión de adultos. Por esa razón vale la pena revisar este tema y poner sobre la mesa aquello que como cuidadores responsables debemos hacer para evitar que nuestros niños y niñas padezcan enfermedades que no son propias de su período de crecimiento y desarrollo, evitando así que en su adultez desarrollen enfermedades crónicas no transmisibles o mayores riesgos de enfermedad cardiovascular. 

Empecemos por recordar que la hipercolesterolemia es una enfermedad definida como “una elevación de los niveles de colesterol en sangre por encima del rango de valores que se considera ideal u óptimo” (Universidad de Barcelona, 2018), cuando estas cifras se elevan generan un alto riesgo de desarrollo de placas grasas en nuestras arterias que pueden llevar a una enfermedad llamada aterosclerosis, desencadenante de episodios como infartos, accidentes cerebro vasculares, isquemias arteriales, entre otras. 

La aterosclerosis se desarrolla lentamente a lo largo de los años, pero su prevención debe iniciar desde la infancia, especialmente cuando existan antecedentes familiares de niveles elevados en sangre de colesterol, triglicéridos u otros factores de riesgo como sobrepeso, obesidad, síndrome metabólico, sedentarismo o estilos de vida poco saludables.

En la población infantil el manejo de dicha enfermedad se centra inicialmente en las modificaciones del estilo de vida, mejoras en el comportamiento alimentario y el fortalecimiento de otros hábitos como la realización de ejercicio, no solamente en el niño o niña, sino en toda la familia. El tratamiento con medicamentos en niños se evalúa únicamente tras un lapso de 6 a 12 meses de manejo dietético sin avances positivos o cuando los niveles de colesterol continúan fuera de los rangos esperados.

¿CUÁLES SON LAS INDICACIONES PARA MEJORAR?

Desde las entidades internacionales existen ciertas pautas para dar manejo a esta condición en los niños según su edad y avance a lo largo del proceso de tratamiento, dentro de ellas se destacan las siguientes: 

1. Evitar restricciones energéticas severas, pues se debe tener presente su etapa de crecimiento y desarrollo.

2. Mejorar la calidad de la grasa consumida, evitando restringir de manera severa el consumo de grasas saludables que se traduzca en un mayor consumo de carbohidratos.

3. Aumentar el consumo de ácidos grasos monoinsaturados, ya que tienen un efecto antioxidante y reductor del colesterol LDL.

4. Aumentar el consumo de ácidos grasos poliinsaturados, ya que apoyan la reducción del colesterol total.

5. Disminuir el consumo de grasas saturadas, grasas trans y colesterol desde la alimentación, ya que promueven el aumento del colesterol LDL y la disminución del colesterol HDL.

RECOMENDACIONES DE ALIMENTACIÓN PRÁCTICAS PARA REALIZAR EN CASA

Desde casa y en conjunto con el núcleo familiar que rodea al niño o niña con hipercolesterolemia se pueden realizar los siguientes ajustes prácticos:

1. Evitar el consumo de mantequilla, margarinas y salsas comerciales altas en grasas saturadas

2. Evitar el consumo de alimentos, productos o bebidas con azúcares añadidos (dulces, caramelos, gaseosas, jugos embotellados, etc.), inclusive reducir la ingesta de jugos naturales sin azúcar a máximo 4 onzas al día.

3. Evitar el consumo de empaquetados con alta cantidad de grasas saturadas y trans (paquetes fritos con sellos que indiquen alto contenido

4. Preferir lácteos bajos en grasa y sin adición de azúcares, así como evitar el consumo frecuente de preparaciones que los contengan, tales como helados, postres, bebidas achocolatadas, crema de leche, etc.

5. Preferir el consumo de cortes de carnes magras y de aves sin piel, limitando incluir vísceras (patas de pollo, menudencias) y embutidos ultraprocesados (salchichas, salchichón, mortadela, chorizo)

6. Preferir cocciones tipo al vapor, a la parrilla, al horno, escalfado. Limitando el uso de aceites animales, promoviendo el consumo del aceite de oliva

7. Aumentar el consumo de agua durante el día.

8. Aumentar el consumo de fibra, especialmente la fibra soluble que se encuentra en alimentos como la avena en hojuelas, las frutas cítricas, las ciruelas o las legumbres. 

9. Aumentar el consumo de verduras de hojas verdes, ricas en ácido fólico (brócoli, espinacas, rúgula).

10. Aumentar el consumo de frutas de color rojo, naranja y amarillo (fresas, arándanos, moras, naranja, mandarina, papaya, piña).

Finalmente, es importante que a la par de la mejora en los hábitos de alimentación, se promueva en los niños, niñas y adolescentes un aumento en la realización de ejercicio, de manera planeada, estructurada, repetitiva y con el objetivo de mejorar su composición corporal, evitando así el uso prolongando de pantallas y reduciendo sus niveles de sedentarismo.

DATOS RELEVANTES

La American Heart Asocciation (Asociaciòn Americana del Corazòn) considera factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares en población pediátrica, las cifras altas de colesterol total por encima de 200 mg/dl, colesterol LDL mayores de 130 mg/dl, triglicéridos de más de 150 mg/dl y colesterol HDL menor a 35 mg/dl. (2003).

Según la American Academy of Pediatrics (Academia Americana de Pediatrìa), “los niños y adolescentes con altas concentraciones de colesterol presentan más frecuentemente el mismo comportamiento en la adultez, por ello las alteraciones del perfil lipídico en la niñez pueden perdurar y hacerlos más susceptibles a enfermedad crónica en la vida adulta.” (2007)

Referencia: Revista Harker Centro Pediátrico - Edición 10.