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CLASES DE MÚSICA PARA NIÑOS ¿CÓMO Y CUÁNDO?

La música es un lenguaje universal que abarca todos los ámbitos de nuestra vida diaria. A todos nos gusta, sea el género que sea; desde la clásica, instrumental o de relajación hasta la más animada y estridente. Más que comprobado está su poder motivacional desde la etapa prenatal porque despierta y desarrolla emociones que modifican el estado de ánimo de quien lo escucha.

Entre los beneficios intelectuales de la música están el favorecer la capacidad de concentración, estimular la memoria, el análisis, la síntesis y el razonamiento, incrementando así el rendimiento de trabajo y el aprendizaje de nuevas cosas.

Durante la infancia se aprende fácil y rápidamente, ya que el cerebro es más flexible y activo. Nuevas investigaciones sobre la relación entre la música y el cerebro han podido establecer que los niños que tocan algún instrumento por lo menos dos horas y media a la semana, desarrollan un 25% más el cuerpo calloso, que es la zona que conecta los dos hemisferios cerebrales, coordinan mejor ambas manos, agudizan la vista, el oído y mejoran la agilidad física.

Ahora, si bien es cierto que aprender a tocar un instrumento aporta tantos beneficios y amplía la formación integral, también lo es que exige mucho estudio, práctica y tiempo. Es por ello que si notamos que en la casa tenemos a alguien que “tiene oído para la música”, la etapa preescolar es el momento propicio para comenzar.

A los cuatro años, aun cuando son incapaces de descifrar las notas, aprenden a descubrir sonidos, ritmos y a utilizar la voz. A los cinco empiezan a familiarizarse con los instrumentos, siendo los de percusión los más sencillos para iniciar. A los seis muestran preferencias por un instrumento en concreto y es a los siete u ocho años que comienza el verdadero aprendizaje formal, ya que se han superado obstáculos físicos: las manos abarcan más notas en el teclado, mayor capacidad pulmonar, facilidad para leer partituras, entre otros.

Al escoger el instrumento la elección debe hacerse en razón de la motivación del niño; no porque el piano o el violín les guste más a los padres, ellos van influenciar su escogencia, ya que será un fracaso seguro.

Son los niños quienes tendrán que dedicarse a su estudio y práctica. De modo que si es la batería, el trombón u otro instrumento poco común, unos tapones y paredes forradas de corcho pueden ser una solución que les permita a ellos practicar todo lo que deseen y al resto de la familia minimizar los ruidos molestos.

Una vez escogido el instrumento, hay que ponerse a estudiar y es ahí donde se complican las cosas. Los niños tocan encantados sus piezas favoritas, pero no les atrae para nada practicar el solfeo; de modo que padres y profesores deben intervenir y animarlos a que con la práctica verán resultados. La madurez llega poco a poco. Quince minutos de ejercicios al día son suficientes para empezar. Si están motivados, ellos mismos aumentarán la duración de sus prácticas.
Por lo general, al principio los instrumentos pueden ser alquilados o prestados hasta saber realmente cuál es el elegido. Todos los profesores de música coinciden, sin excepción que para aprender bien, el niño debe disponer de su propio instrumento.

Lo más importante al motivar a los pequeños a incursionar en el aprendizaje de un instrumento musical son las virtudes que se pueden potenciar con ello. El sistema de orquestas juveniles e infantiles es un ejemplo hermoso y tangible de la transformación que con esfuerzo, ayuda y dedicación puede lograr la música en niños y jóvenes.

Educación en el esfuerzo, constancia, fortaleza, responsabilidad, paciencia, tolerancia a la frustración, deseo de superación y crecimiento personal; son solo algunas de las virtudes y aspectos positivos que podemos lograr consolidar al tomar la práctica de un instrumento como parte del proyecto de vida. Todos son motivos suficientes para querer que la música forme parte de la vida de los niños. No olvidemos que lo importante no es que sean músicos profesionales, sino que disfruten y vivan la música; y esta contribuya a su educación integral para llegar a ser mejor personas.

Referencias: Revista Harker edición 1 página 44


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