Cabeza baja, mirada perdida, pasos arrastrados, palabras entrecortadas, lágrimas en los ojos y un “no quiero volver al colegio”. Esta es la cotidianidad a la que me enfrento en mi rol de psicóloga.

En escenas como esta me llega un cúmulo de emociones, miles de preguntas por resolver; y el constante sentimiento de combatir una de las palabras más terribles y amenazantes que como mil cuchillos afilados abre sus fauces y se asoma descaradamente en las aulas de clases, jardines infantiles, colegios, ciudades y pueblos de todos los estratos sociales, el bullying.

Veamos a que nos referimos concretamente al hablar de bullying; literalmente viene del inglés “bully” que significa matón o agresor, en este sentido se trataría de conductas que tienen que ver con la intimidación, tiranización, aislamiento, amenaza o insultos sobre una víctima.

Actualmente, se adelantan campañas para combatirlo, pero los intentos parecen no prosperar, detrás de cada niño víctima hay una familia que clama justicia por su propia cuenta y que en algunas oportunidades no saben “leer en sus hijos las señales de alerta” que escapan como el sonido en la montaña hasta estrellarse con la fatalidad.

Creemos que los chicos pueden resolver sus “asuntos”, que ya están grandes y pueden defenderse, lo que ignoramos muchas veces es que ellos no se atreven a denunciar por miedo a nuestras reacciones. No debemos guardar en el baúl del olvido las plácidas conversaciones con nuestros hijos, en algunas ocasiones el bajo rendimiento escolar es visto como una amenaza a nuestras finanzas y a nuestro prestigio.

Algunas veces observo con mucha preocupación que la integridad de nuestros chicos está en peligro, usar lentes, tener sobrepeso, un color de piel diferente se ha convertido en un peligro letal porque no llena los estándares de estética y armonía que exige el mundo en el que nos movemos; atacamos la autoestima y desdibujamos su seguridad muchas veces desde nuestros hogares, cuando utilizamos apodos, resaltamos sus dificultades y celebramos las ocurrencias que ridiculicen y minimicen. 

Estas inseguridades se trasladan hasta el colegio, donde se es blanco fácil de estudiantes agresivos que, sobrepasando todo límite de respeto, intimidan y hostigan, ya sea de forma individual o colectiva, a su víctima.

Tengamos en cuenta algunas características del bullying:

• Debe existir una víctima indefensa.
• Desequilibrio de fuerzas entre el más fuerte y el más débil.
• Existencia de una acción agresiva repetida.
• La agresión crea en la víctima la expectativa de poder ser blanco de ataques nuevamente.
• La intimidación se refiere a sujetos concretos, nunca al grupo.
• La intimidación se puede ejercer en solitario o en grupo.
  

Tipos de bullying:

• Físico: Empujones, patadas o agresiones con objetos. Se presenta con más frecuencia en chicos de primaria.
  
• Verbal: Es uno de los más frecuentes; insultos, apodos, menosprecios en público o resaltar defectos físicos.
  
• Psicológico: Deterioran la autoestima del chico, estimulan y fomentan su sensación de miedo y temor.
  
• Social: Pretende aislar y anular al chico del resto del grupo y compañeros en general.

Es importante que como padres aprendamos a manejar estas situaciones a las que se enfrentan nuestros hijos en su diario vivir, aquí les brindamos algunas recomendaciones para manejar el bullying:

1. Abrir canales de comunicación, hablar es la clave, manejar una actitud tranquila, escucharlos detenidamente sin subestimarlos ni criticarlos. Debemos en lo posible controlar nuestras emociones y sentimientos, no demostrar enojo, ya que esto genera desconfianza y el niño puede omitir información importante.

2. Investigar sobre lo ocurrido, ir al colegio inmediatamente; percibir y corroborar la situación, hablar con profesores y directivos, indagar sobre lo ocurrido y mantenerse en contacto con ellos.

3. Elaborar estrategias, evitar en lo posible estimular conductas agresivas o de venganza, entrenar al niño para que le ponga voz a sus emociones y que confronte enérgicamente a su agresor. Qué le diga - No me pegues - No me insultes.

4. Estimular la comunicación tranquila con su agresor o la búsqueda de una figura de autoridad (adultos o profesores).

5. Hablar con los padres del niño acosador.

6. Fomentar actividades fuera del colegio donde el niño agredido pueda estar en contacto con otros niños y entablar nuevas amistades.

7. Consultar con un profesional, acudir con tu hijo al psicólogo es lo más recomendable, porque las consecuencias del bullying dejan marcas en la construcción de la personalidad y dañan la autoestima.

8. Fomentar la seguridad y la autoestima, es garante de un niño que se sabrá defender si maneja seguridad y confianza en sí mismo.

Referencias Revista Harker edición 2 página 39